miércoles, 30 de marzo de 2011

De vuelta, y con mucho por y para hacer...

Tiempo ha pasado desde que escribí la última vez, pero bueno, ya de nuevo estoy aquí, y no solo rellenando con palabras el blog, también ¡en casa!

Después de un interesante periplo del que he aprendido muchas cosas, no solo científicas, que era para lo que fui, si no también sociales y culturales por esas tierras suecas y sus alrededores, estoy de nuevo en mi tierra, bañándome de sol y calentando mi piel.

Y bueno ya que hemos vuelto, pongámonos a hablar de cosillas

Esta mañana he leido y escuchado varias veces la palabra esperanza en mis oídos...la gente que lo pronuncia se hace defensora de las ilusiones y salvadora de la realidad...los caballeros andantes de una grotesca y trasnochada edad medieval, los adalides bienochores que bajan riéndose a carcajadas por una chimenea trayendo la solución a nuestros problemas en un saco.

Todos estos dadores de promesas tienen además la coqueta costumbre de darlas sin concretar el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y el por qué (pues sí, ahora me ha salido mi vena científico pragmática). Para qué mojarse y jugarse la cara cuándo se pueden hacer promesas de nubes y soles, intangibles e inalcanzables, pero que llenan los oídos y hacen que esos charlatanes y demagogos, tan inútiles como memos, se crean los profetas "en su tierra", los guías y valedores de las gentes.

La esperanza tal y como nos la entregan es LA META, una META tan vasta como deseada que nos hace olvidar y no ver el camino que hay que hacer para llegar a ella y sin descuidar que estas gentes se apresuran de ponerla tan lejos que, a sabiendas que ni ellos la alcanzarán nunca, la venden como si la tuvieran en sus manos. Y todo porque los "profetas salvadores" se creen ser la META ellos mismos, aunque se disbujen haciéndonos mirar a otros lados para que no nos demos cuenta

Aquí, antes de continuar, me gustaría hacer un inciso, para reafirmarme y explicar que...pues sí, son inútiles y memos, porque una persona que solo sabe vender algo que no tiene ni sabe como alcanzarlo, y encima se lo cree, ¿cómo lo llamaríamos si no?

Finalmente decir que la realidad, en la cual vivimos cada día, es la culminación de un camino, y ese camino es la ansiada y tan promiscuamente usada y vendida esperanza, esa es la verdadera esperanza. El conseguir dar un paso hacia nuestra objetivo cada día y que cada paso, fruto de nuestro esfuerzo los sintamos como un triunfo, eso es la esperanza, es lo que nos infunde el apetito y la avidez para que amanezca el día siguiente con prontitud, para poder continuar directos a nuestro destino.

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